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jueves, 29 de agosto de 2013

Parábola: Los trabajadores de la Viña



Las parábolas son historias cortas que Jesús contaba a la gente para enseñarnos algo con ellas.

Con esta parábola, Jesús nos quiere enseñar cómo es Dios Padre.

El dueño del viñedo representa a Dios Padre.

Los trabajadores de la viña representan a todos los que estamos llamados a vivir haciendo las cosas bien para conseguir un mundo mejor entre todos. A eso se le llama "Construir el Reino de Dios".

 

- ¿Crees que es "justo" que el dueño del viñedo pague lo mismo a todos aunque algunos hayan trabajado menos horas?

- ¿Alguna vez has vivido una situación similar en la que creías que otro se merecía menos que tú pero le han dado lo mismo?

- ¿Cómo te ha hecho sentir que le dieran tanto como a ti?

 

Nos cuesta entender porqué Dios actúa así, de una forma que nos parece injusta.

Pero cuando se trata de las cosas de Dios, siempre tenemos que saber abrir bien los ojos.

Dios ve cosas que nosotros no podemos ver porque somos más pequeños que Él.


¿Y qué podemos ver más allá de lo que nos está pareciendo injusto de esta parábola?


Pues que cuando hacemos las cosas bien, nuestra recompensa está en:


- aprender a ser cada día un poco mejor.

- poner contentos a los que están a nuestro lado.

- sentirnos alegres porque somos capaces de hacer cosas que no creíamos que podíamos.


Ésos premios no se ven, pero no debemos olvidarnos de ellos. Son nuestra recompensa. 

Nuestro premio "extra" respecto a lo que recibimos todos por igual.



Mateo 20, 1-16

El reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros que fuesen a trabajar a su viña.
Convino con ellos en pagarles un denario como jornal de cada día, y los puso a trabajar.
Cerca ya de la hora tercera del día (nueve de la mañana), al pasar por la plaza, vio a varios hombres que no tenían trabajo, y los envió también a la viña, prometiendo pagarles lo que fuera justo al final de la jornada.
Salió de nuevo a las horas sexta (mediodía) y novena (tres de la tarde) e hizo lo mismo.
Finalmente, a la hora undécima (cinco de la tarde) encontró todavía a otros igualmente desocupados, y les preguntó: “¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?”
Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues id también vosotros a trabajar a mi viña, y os pagaré lo que sea justo.”
Al llegar la noche, el dueño de la viña dijo a su administrador: “Llama a todos los que han trabajado en la viña y, comenzando por los últimos en llegar, págales el jornal completo.”
Así, los que llegaron a la hora undécima recibieron un denario cada uno.
Entonces, los que habían llegado primero pensaron que a ellos se les pagaría más, pero también recibieron un denario.
En seguida comenzaron a murmurar contra el dueño de la viña, diciendo: “A estos últimos, que solo han trabajado una hora, los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado toda la carga y el calor del día.”
“Amigo”, contestó el dueño a uno de ellos, “yo no te estoy agraviando en nada. ¿No conviniste conmigo en recibir un denario como pago de tu trabajo del día?
Pues toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero pagar también lo mismo que a ti, un denario, al último llegado a la viña.
¿Acaso no te parece lícito que yo haga lo que quiera con mi dinero? ¿O quizá ves con malos ojos que yo me porte con bondad?”
Así pues, muchos últimos serán primeros, y muchos primeros serán últimos.

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